Ennui

Estoy atrapada por estas montañas, por las expectativas, por los cánones sociales, por mi edad, por mi mente. Cada vez que atravieso de un lado a otro la ciudad por las mismas calles que lo he hecho durante 24 años, las montañas se vuelven más estrechas y me recuerdan que tengo miedo a vivir de la misma forma en la que tengo miedo a morir.

He perdido las ganas de vivir. Ver las vidas de los demás me da ganas de acabar con la mía. A medida que trato de reapropiarla -si es que alguna vez la tuve-, que me adentro en el mundo de las cosas que dejé de hacer, me carcome la idea de haber malgastado mi vida; siento la opresión de los años perdidos y al mismo tiempo me agobia la grandeza de lo que está por venir.  

Los años se han convertido en un perpetuo temor que me aleja del mundo. Dejarlo todo y encerrarme en mi misma es lo único que me salva del miedo y de la angustia, pero al enfrentarme a la nada, me agobia la realidad de estar muerta en vida. Los pequeños destellos de luz que aparecen durante los días, las semanas, los meses o los años, traducidos en personas, momentos e intereses, se apagan cada vez más rápidamente y siempre terminan en nada.


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