Volver a empezar
Nunca he querido parar de escribir, pero nunca recojo el valor para hacerlo. Mi miedo al fracaso no me permite ni comenzar. Tengo el computador y el celular llenos de historias a medio empezar. El año pasado tomé un diplomado de Escritura Creativa, me sentí tan inadecuada tratando de escribir un cuento de ficción que ahí lo deje. Tengo mis diarios de siempre, ahí suelo quejarme del dolor del abandono y la dependencia como lo he hecho desde que tenía 12 años. Pero acabo de sentir un impulso enorme por volver a esto que me hace sentir tan bien, a no hablar de nada, si no de mi, a desahogarme, a sacar estas ganas de llorar que me acompañan permanentemente.
Tanto
ha pasado desde lo último que escribí en este blog. Siempre pensando en ser
parte de una pareja, en tener a alguien al lado, el encabezado del blog citaba
una frase de una documentalista argentina que hizo un corto llamado “35 and single”
que decía: “and I definitely don’t plan to spend my life alone…”; y hoy vengo
aquí para decir que por primera vez en mi vida, emprendo un viaje para descubrir
quien soy, sola, sin nadie más, sin la idea del amor, ni la compañía. En esta
soledad (no desolación), escribir se convierte en mi mejor aliado, y mis
posibles lectores, en los oídos que necesito para descargar y desenterrar tanta
mierda que he acumulado en estos últimos años, en que con golpe tras golpe
entendí que la vida no era lo que había esperado y que depende de mi reconstruirla.
Hace
tres años, casi a la fecha, luego del fracaso de mi matrimonio y de un enorme y
doloroso fracaso laboral, vendí todas mis cosas y volví a la casa de mis papás
de manera temporal. Mis planes eran encontrar un trabajo, ahorrar e irme a
vivir por fuera lo más pronto posible. Pero la vida se metió en el camino y los
planes se fueron aplazando entre tropezones, fracasos, malas compañías, depresiones
y pésimas decisiones.
Mi vida
pareció arrancar muchas veces de nuevo; me levantaba, me sacudía el polvo y seguía
adelante; pero cuando creía que las cosas iban por buen camino, me volvía a
estrellar; seguía usando las mismas estrategias que habían probado ser erróneas
una y otra vez, pero no sabía usar otras, simplemente no sabía cómo. Terminé de
nuevo con la vida hecha un ocho, desilusionándome a mí misma y a los que creían
en mi, sin saber quién era ni hacia dónde ir.
Hoy,
después de un proceso en el que por fin creo que entendí quién soy y por qué he
tomado las decisiones que he tomado, con el que pude reconocer todo lo bueno
que ha pasado en mi vida y lo fuerte que soy, con el que entendí que solo yo
soy responsable de mí misma, que yo soy la única que puede cuidar de mi, estoy
de nuevo lamiéndome las heridas y limpiándome el polvo, para, a mis casi
cuarenta años, empezar de nuevo.
Hace
dos meses me fui de la casa de mis papás con mi negocito de tortas debajo del
brazo, con la conciencia plena sobre quién soy y lo que quiero, lista para una nueva oportunidad.
Y así
empieza, de nuevo, esta historia.
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